La práctica de Ashtanga Yoga aumenta la capacidad de concentración, la vitalidad y la energía, con lo que se logra un estado físico y mental saludable y despierto.
Los cambios que la práctica provoca en el cuerpo y la mente son inmediatos si es continuada (se recomienda empezar con un mínimo de dos sesiones a la semana). Los más rápidamente detectables son los físicos: el cuerpo se estiliza y muscula ligeramente.
Esta práctica produce calor interno y abundante sudoración, y es una de las técnicas de Yoga más intensas. El calor purifica los músculos y los órganos, elimina toxinas y permite que el cuerpo se reconstituya.
Ayuda a liberar tensiones, a relajar la mente, reduce el estrés y equilibra el metabolismo, mejorando notablemente el proceso digestivo, el estreñimiento, la circulación y la conciliación del sueño. Con el tiempo, se deshacen bloqueos emocionales e incluso se llega a observar los procesos mentales desde el desapego, sin juzgarlos ni identificarse con ellos.